A lo largo de la vida nos encontramos con tantos tipos de personas, que nos planteamos si realmente cada especie estuvo incubada en el mismo molde esencial , o en cambio, hay diferentes moldes para cada cual evolucionando por diferentes derroteros según las circunstancias.

Nos encontramos, por ejemplo, el que siempre dirige todo esté con quien esté y donde sea. Es el líder, al que todos seguimos sin contemplaciones. Hay pocos de este tipo, aunque algunos se empeñen insistentemente en ser uno de ellos.
También está el que siempre obedece ciegamente lo que le dictan de arriba sin plantearse si es positivo o no esa obediencia. Abundan los de este tipo.

Luego están los inconformistas. Estos nunca están de acuerdo con ninguna orden ni decisión, cuestionando cada palabra que se le dirige. Suelen ser incómodos personajes que nos sacuden la estabilidad cada vez que intervienen en algo. El mundo contra ellos y ellos pegándose chocazos contra todo lo establecido como método de vida. Conozco alguno.

Después, podemos hallar entre la multitud, aquellos que nos suelen alumbrar con su forma de ser. Son mentes tranquilas y serenas llenas de paz. Hay muy pocos.

También nos seducen un tipo de personas que inundan su alrededor de alegría contagiosa, optimismo y vitalidad a pesar de las circunstancias, son felices por mandato vital. Inexplicable, y en cierta forma, envidiables.

Hay muchos más, pero el post sería eterno. Sólo me detendré en el antagonista del anterior. Esas personas grises, tirando a negro, que nos nublan el día con su presencia. Son turbios de pensamiento y obra y agotan toda la energía que nos queda. Huyamos de ellos.

Sí, somos diferentes, pero en el fondo todos llevamos dentro cada uno de estos tipos distintos que describo, sólo hay que ponernos a prueba.