Recuerdo a una pandilla de chicos y chicas que esperaban ansiosa el recreo de los lunes en el colegio.

En una lista que cada uno elaboraba, aparecían , por orden de preferencia, los chicos que te gustaban. Esos gustos duraban una semana exactamente,  hasta el lunes siguiente.

Recuerdo que el corazón me latía fuertemente cuando el niño de mis sueños entregaba su lista para ser leída. Era fantástico estar siempre en el número uno. Por supuesto, eso era recompensado recibiendo también mi primer orden.

Así estuvimos durante tres años.

Un traslado de trabajo a otra ciudad, terminó con mi sueño dorado de la infancia. Nunca pude despedirme.

Es mi sino, historias inacabadas siempre.